Las elecciones tucumanas marcarán un antes y un después para los postulantes a la gobernación. Para todos. El lugar que ocupen, después de conocerse el veredicto de las urnas, significará posicionamientos y replanteos. Nada será igual.
Juan Manzur va por la reelección en unos comicios en el que se ha puesto a la cabeza del Frente Justicialista por Tucumán porque no sólo está en juego su continuidad en el cargo de gobernador, sino también el lugar que ocupará en la mesa de decisiones del Partido Justicialista nacional. La vara está demasiado alta, con sólo ver los últimos resultados electorales. En la mesa chica del peronismo nacional, el cordobés Juan Schiaretti, por caso, puede exhibir un poder de voto del 57% de adhesión, que es lo que obtuvo en los últimos comicios que lo reeligieron en la provincia mediterránea. Más cercana es la situación del sanjuanino Sergio Uñac, que ha logrado el 56% de los sufragios en las elecciones del fin de semana pasado. Ni hablar del techo que ha fijado el santiagueño Gerardo Zamora hace dos años, con un 69% de los votos.
La inquietud de Manzur está relacionada con el resultado que le arrojan las encuestas que encargó. Una de las últimas indica que el Frente Justicialista por Tucumán alcanzaría cerca del 40% de los votos en los comicios del domingo. Es un escenario que los propios oficialistas tildan como probable y una diferencia de casi 10 puntos respecto del segundo. El gobernador también ha puesto sus fichas a la fórmula Alberto Fernández-Cristina Fernández. Una prueba de ello es la readaptación de sus spots publicitarios, que fueron aggiornados días después de conocerse la decisión de la ex jefa de Estado de no ir a la cabeza del binomio que propondrá Unidad Ciudadana en las PASO.
La diáspora es con José Alperovich. La Casa de Gobierno le apuntó al senador nacional una posible pérdida del poder electoral del PJ tucumano. La esposa del ex mandatario, Beatriz Rojkés, también comulga la religión K. Ayer, la ex titular del PJ le pasó factura al manzurismo. “Cuando estábamos trabajando para recuperar el partido injustamente intervenido, en Tucumán lo traían al interventor y le ofrecían un 17 de Octubre gigante, con muchos aplausos”, dijo. Aludía al gastronómico Luis Barrionuevo. Si no gana, Alperovich anticipó que abandonará la lucha por la gobernación; es posible que gane poder dentro de la Legislatura. Salir tercero sería un fracaso rotundo, algo que no se piensa en el bunker alperovichista.
Silvia Elías de Pérez debe pelear no sólo contra el rechazo social a la política económica nacional, sino también contra ciertos fantasmas internos en las filas de Vamos Tucumán. La radical se puso la campaña al hombro y, aunque aparecen juntos en cada acto político, el intendente capitalino Germán Alfaro le hace sombra. Ocurre que el líder del Partido de la Justicia Social tiene aspiraciones gubernamentales para 2023 y eso puede conspirar con las intenciones, presentes y futuras, de la actual senadora. Una victoria el domingo disiparía las dudas; la derrota, en cambio, le significaría volver a la Cámara Alta (tiene dos años más de mandato) y, si baja más posiciones en la consideración electoral, es probable que otros dirigentes se sientan con el derecho de disputarle el liderazgo. Por ejemplo, el diputado José Cano.
Ricardo Bussi se encuentra, exactamente dos décadas después, frente a una elección que puede poner a Fuerza Republicana (FR) en la pelea directa por espacios de poder. La noche del 6 de junio de 1999, el hijo de Antonio Bussi se había acostado con la idea de que se había impuesto en las urnas al peronista Julio Miranda. Cuando se levantó, el resultado se había invertido y el sindicalista se quedó con el Poder Ejecutivo por casi 2.500 votos de diferencia. Este año, Ricardo Bussi recuperó protagonismo con un discurso duro, golpeando en el Talón de Aquiles de la gestión manzurista: la inseguridad. El actual edil capitalino motorizó una lucha frontal no sólo contra el PJ, sino también contra Vamos Tucumán.
El domingo hay mucho poder en juego. Como en todas las anteriores, el aparato intentará imponerse en una elección rara, en la que las posiciones finales no están para nada definidas frente a gran parte del electorado que, indiferente, observa las intestinas peleas por los espacios.